Quito, Ecuador / 10 de Octubre de 2011
Fuente: EFE
No hubo bailarinas ni grandes coreografías, tampoco un exceso de piruetas ni movimientos de cadera en el concierto en Quito de David Bisbal, quien mostró su cara más reposada e íntima, pero sin olvidar su esencia latina.
"Ricitos" Bisbal, un apodo que hoy siguió luciendo con orgullo y gomina, actuó en la capital de Ecuador dentro de su gira "Siempre más", en un paréntesis de su tour acústico para deleitar con un espectáculo enérgico a unos 3.000 admiradores que se congregaron en el Coliseu Rumiñauhi, en su mayoría mujeres de todas las edades.
"Me gusta todo, su alegría, su carisma, sus ojos, su voz, todo. Desde que lo vi en OT (programa de televisión que lo catapultó a la fama), me enamoró y fascinó", dijo a Efe la presidenta de su club de fans, desde la primera fila, María Inés Durán.
"Tiene una voz espectacular, se asemeja a Luis Miguel pero en su propio estilo. Es superauténtico, su forma de moverse y carisma", apuntó Lorena Buena, de 37 años, quien vino acompañada de su hija.
El artista multiplatino apareció con Sin mirar atrás y Esclavo de sus besos, haciendo gala de su presencia escénica y voz pero más comedido, dejando de lado el Bisbal melodramático, de puños al aire, mirada al infinito y golpes en el pecho con la mano.
Una tónica, la de la madurez y la contención sobre el escenario, que se mantuvo durante casi todo el concierto, en el que repasó una veintena de sus éxitos acompañado de una banda de cinco músicos y con una puesta en escena sobria, con excelente iluminación y proyecciones, que reforzaban la actuación del artista.
El Bisbal más íntimo se entrevió en baladas como Sueños rotos, El ruido o Mi princesa, todas canciones de desamor, acordes con su reciente separación de Elena Tablada.
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